-Cath, tengo una idea.
-¿Que idea? -le pregunté-.
-¿Y si vamos a dar una vuelta? Conozco un sitio que está muy bien.
-Pero yo no puedo desenchufare del suero, si no corro el riesgo a...
-¿A que? Todo esto es un método para tenerte aquÃ, encerrada, aislada. A ver, ¿Hace cuanto que no sales?
-Buf, no sé decirte... Meses
-¿Entonces, no te mueres de las ganas de salir?
-SÃ.
-Pues ya esta, decidido: Nos vamos a dar una vuelta. Ven a que te quite esto.
Me quitó todo el armamento que llevaba. Sinceramente, me hizo un poco de daño al principio, pero valió la pena, o eso pensaba. Sacó de una bolsa de compra que llevaba, un vestido precioso de color negro con brillantes, y una peluca de color similar a mi pelo. También me trajo unos zapatos a conjunto con el vestido. Me ayudó a que me pusiera el vestido y la peluca. Fui a un pequeño espejo que habÃa en la habitación. Me veÃa preciosa. ParecÃa otra, no parecÃa yo, la aburrida y friky de Catherine.
-Estas genial. SabÃa que acertarÃa en el vestido.
-James, no se que decir... Estoy muy contenta. Me veo genial, me veo otra persona, otra chica. No me veo yo.
-Pues eres tú. Tú eres esa chica que se refleja. No hay otra Catherine. Bueno sÃ, hay muchas Catherines, pero como tú ninguna.
Me cogió de las manos y huimos corriendo hacÃa la salida del hospital. Desgraciadamente nos oyeron, porque cuando corrÃa, se podrÃa decir, que se oÃa el "taconeo, taconeo" de mis zapatos. Los guardias de seguridad nos persiguieron por todo el pasillo, y yo me caà al suelo. James no dudó y me cogió en brazos, ya sabéis, como si se tratara de una princesa. Corrió y pudimos salir. Me metió dentro de un descapotable negro, y huimos a toda velocidad del hospital. Los guardias nos miraban desde lo lejos y gritaban.
-¿Has visto a esos panolis? ¡Que caña!
-Por poco nos pillan. ¿Te acuerdas cuando te caÃste y te cogÃ? -se rió-.
-¿Pero como pretendes que corra una señorita como yo por un pasillo? Estas loco, pero te diré un secreto: las mejores personas lo están.
-Pues entonces tu eres la más loca de las locas.
SonreÃ. Mi sonrisa se vio ligeramente cambiada al llegar a una casa en ruinas. Me pregunté que le habrÃa pasado. Para mi desgracia, James se dirigÃa hacia allÃ, y no es que me hiciera mucha gracia. Él aparcó el descapotable al lado de la casa, escondido. Bajamos del coche y me llevo hacia una puerta que estaba en la parte trasera de la casa. Entramos y me lleve una buena sorpresa: HabÃa un montón de gente de mi edad y de la de James, bailando y celebrando algo: era una fiesta. Estaba en una fiesta de pijos, niños ricos y hijitas de mamá y papá por todos lados. Cuando entramos, todo el mundo se giró a mirarnos. Las chicas empezaron a insinuarse en cuanto vieron a James, y los chicos miraban a sus chicas. Nadie me prestaba demasiada atención, ya que ellos se sentÃan "superiores" de alguna forma. Poco a poco fuimos entrando a la sala, y James me presentó a algunos amigos: Cooper y Bruce, dos amigos que junto a James eran inseparables. Al principio me parecieron dos artificiales, pero a medida que iba conversando con ellos me empezaron a caer bien. Eran muy distintos uno de otro: Bruce era más tÃmido, aunque era bastante gracioso, y en cambio Cooper era una persona sociable y bastante seria. En cuanto a "amigas" no conocà a ninguna, ya que no parecÃan muy amables que digamos. Yo preferÃa quedarme sentadita mirandolas; parecÃa que era una competición para ver quien de todas era la más pija, insoportable o egocéntrica. La verdad es que esa noche me lo pasé genial, bailando y conociendo a más gente de mi edad.
Pronto acabo la fiesta y James me llevó a un prado, no muy lejos de la casa. Era un prado enorme, todo era verde (aunque no se podÃa apreciar mucho, porque el cielo estaba en su tiempo de "reposo"), y lleno de rosas rojas. James me cogió de las manos y me invitó a tumbarme sobre un mantel de pic-nic.
-¿Sabes porque te he traÃdo aquÃ?
-No.
-Es un campo de rosas. Siempre vengo hasta aquà para coger una y regalartela. Hoy te regalo este campo lleno para que siempre que te sientas sola, vengas y te acuerdes de mi. Siempre estoy por aquÃ, dando vueltas sin sentido. Y, ¿Sabes? Siempre me gusta venir porque me recuerda a cuando éramos más pequeños, ¿Te acuerdas?
-¡Si! La de cosas que vivimos, como cuando en tercero bañamos a tu perro Liu
-Siempre lo recordaré, me empujaste hacÃa la bañera del perro... ¡A propósito, no creas que me he olvidado! ¡Ven aquÃ!
Empece a correr por todo el prado. Él me seguia por detrás, lo notaba. Miles de risas estallaban en ese momento. CaÃ; ese dÃa estaba bastante torpe. Y James, en vez de ayudarme, cayó conmigo. Me besó.
Pronto acabo la fiesta y James me llevó a un prado, no muy lejos de la casa. Era un prado enorme, todo era verde (aunque no se podÃa apreciar mucho, porque el cielo estaba en su tiempo de "reposo"), y lleno de rosas rojas. James me cogió de las manos y me invitó a tumbarme sobre un mantel de pic-nic.
-¿Sabes porque te he traÃdo aquÃ?
-No.
-Es un campo de rosas. Siempre vengo hasta aquà para coger una y regalartela. Hoy te regalo este campo lleno para que siempre que te sientas sola, vengas y te acuerdes de mi. Siempre estoy por aquÃ, dando vueltas sin sentido. Y, ¿Sabes? Siempre me gusta venir porque me recuerda a cuando éramos más pequeños, ¿Te acuerdas?
-¡Si! La de cosas que vivimos, como cuando en tercero bañamos a tu perro Liu
-Siempre lo recordaré, me empujaste hacÃa la bañera del perro... ¡A propósito, no creas que me he olvidado! ¡Ven aquÃ!
Empece a correr por todo el prado. Él me seguia por detrás, lo notaba. Miles de risas estallaban en ese momento. CaÃ; ese dÃa estaba bastante torpe. Y James, en vez de ayudarme, cayó conmigo. Me besó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario