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sábado, 31 de diciembre de 2011

Cp. 20: Limonada

Esa mañana me desperté con la pierna izquierda. Solo de pensar que iba a estar en casa incomunicada y aislada del mundo me entraban ganas de no levantarme de la cama y volver a cerrar los ojos y darme a conocer de que eso solo era una pesadilla. Pero no, ojalá lo fuera, pero era la vida real, era una mañana de las 6 que me quedaban para acabar esa tortura. Me consolaba pensar que cada segundo que pasaba era menos tiempo de castigo, pero tenía que hacer algo para que ese tiempo pasara más rápido. Al final me levanté de la cama y encendí la luz de mi lámpara. Miré al rededor de mi habitación buscando algo que hacer; vi un caballete de dibujo, una consola, la televisión, una cámara fotográfica... Una cámara. Eso me llamó la atención. ¿Que tal si, me arreglaba y empezaba a hacerme fotos en el jardín? Estaba bien para matar el tiempo y el aburrimiento. Así pues, cogí un vestido de flores que tenía guardado en el armario, una chaqueta vaquera y unas sandalias marrones. Fui al tocador y me maquillé un poco los ojos y los labios. No me preocupaba el resto del rostro, estaba bien. Al acabar, cogí mi cámara, salí de mi cuarto, bajé las escaleras apunto de tocar el suelo de la primero planta y mi madre se plantó frente mío.

-¿A donde vas tan arreglada? 
-Al jardín a hacerme fotos.
-¿No estarás intentando escaparte jovencita? Porque si es así te alargaré el castigo a 2 semanas.
-Te prometo que es verdad ¿Crees que quiero más semanas de castigo? -reproché-.
-De acuerdo, sal a la terraza, pero antes: ¿Que hiciste ayer escapándote del hospital? Los guardias de seguridad me dijeron que huiste con un chico en un descapotable.
-Pues yo... Era James. Vino a buscarme para ir a una fiesta. Entiéndeme mamá, tenía ganas de salir de esa jaula.
-Me tendría que enfadar, pero tengo tanta curiosidad de saber que pasó... Venga, ves a sentarte en la mesa del jardín y abre la sombrilla. Voy a preparar limonada, pero después vamos a ir al hospital a que te hagan una revisión.

Obedecí sus ordenes y me dirigí a la terraza. Una vez allí abrí la sombrilla y preparé la mesa y las sillas para mi madre y para mi. Me senté en una de las dos sillas y esperé a mi madre impaciente. Pero de repente, escuché un canto y una guitarra que procedía de detrás de la verja que separaba mi jardín de la calle. Tenía curiosidad y caminé sin hacer demasiado ruido hacia la verja. Aparté un poco la mata que la tapaba y vi a un chico. No preguntéis por su físico porque él estaba de espaldas hacía mi. Seguí mirando con curiosidad cuando sin querer rompí una de las ramas. Él se giró hacía el ruido y me vio. Yo enseguida me aparté y me escondí. 

-¿Cath? Soy James.
-¿Que haces aquí? -me dirigí hacia el agujero-.
-Pues buscarte. Imaginé que te habrían castigado.
-Que supersticioso. Ahora vete que mi madre está por venir de preparar limonada y no quiero que me alarguen el castigo.
-Que suerte tienes de tener una madre que te prepare limonada. Yo nunca he conocido a la mía. Mi padre dice que era una mala persona y que me abandono en la calle y él me encontró.

En ese momento me vino a la cabeza el favor que me formuló Scarlett. No sabía que hacer: por una parte ayudaría a James a lograr estar con su madre, pero por otra parte no haría más que generar problemas a Scarlett. Pero fue lo que ella me pidió así que se lo tuve que decir:

-Tu madre es una chica estupenda. No hagas caso a tu padre, ella no te abandonó nunca.
-¿Conoces a mi madre? ¡Porque nunca dijiste nada sobre eso!
-Pues es una historia larga verás...
-¡Cath! Ayúdame con la limonada que pesa mucho! -gritó mi madre de fondo-.
-Lo siento James, ya te veré otro día y te lo contaré todo. Ahora vete, no quiero que te vea mi madre -me despedí-.

Me giré y fui corriendo hacia la cocina. Mi madre estaba limpiando la encimera de restos de limón mientras que yo sujetaba la bandeja con las dos manos. La verdad es que si que pesaba bastante. Cuando llegué al jardín puse la limonada sobre la mesa y serví dos vasos: uno para mí y otro para mi madre. 

-Gracias Cath, yo con mis 47 añazos no puedo con eso.
-No hay de que mamá.
-Y bien, ¿Que pasó en esa escapatoria?
-No mucha cosa. Fuimos a un prado a acampar y al día siguiente a comer a un restaurante -metí-.
-¿Y Nite?
-Me dejó al saber lo de mi enfermedad.
-Oh Catherine, lo siento mucho. Bueno acábate la limonada que con tanto ajetreo no vamos a llegar al hospital.
-Vale ahora voy.

Me acabé la limonada y ayudé a mi madre a recogerlo todo. Después de todo el ajetreo mi madre cogió el bolso y las llaves del coche. Salimos y mientras mi madre cerraba la casa yo me dirigía hacia el coche mientras que buscaba a James con la mirada. Ni rastro de él. Me metí en el coche con mi madre y nos dirigimos hacia el hospital. La verdad es que estaba preocupada por James, hasta que giré mi cabeza hacía la ventana y lo vi: El chico de mis sueños esperando en la estación del bus formando con las manos un corazón. Yo le devolví con una sonrisa. Después de eso quedaba atrás mi preocupación y vinieron los nervios por saber el resultado de mi análisis. 
No me dí cuenta y ya estábamos en el hospital. Entramos por la gran puerta y el guardia de seguridad me dedicó una mirada amenazadora. Yo seguí a mi madre y reí. Poco a poco fuimos andando por los pasillos hasta llegar a la consulta de mi doctor. Tuvimos que esperar un rato hasta que nos invitó a entrar a la consulta. Una vez dentro el doctor me sacó sangre de la vena. Me hizo un poco de daño, pero valió la pena porque el resultado dio negativo:

-Tengo buenas noticias señorita -me dijo la enfermera-. El resultado es negativo.
-¿Que quiere decir eso?
-Que ya no tienes cáncer. Me tienes que decir que es lo que haces, porque estas muy sana.

Mi madre se giró hacia a mí y me abrazó. Yo le rodee con los brazos feliz y llorando de la alegría. No podía creerlo. En ese momento me vino a la cabeza la canción que me cantaba James y me recordó que aún tenia que encargarme de algunos asuntos pendientes.


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